Reportaje de investigación
UN KILO DE ARROZ
UN KILO DE ARROZ
Todo comienza en una pequeña aldea china. Un agricultor que vivía con su familia en esa aldea sembró arroz en un campo humilde que tenía en la parte trasera de la casa. Tenía poco dinero pero le era suficiente para vivir de sus cosechas y para poder comerciar con una empresa a la que todos los años vendía su arroz. Uno de estos kilos de arroz llegó a la fábrica de un gran empresario que lo procesó en sus instalaciones, lo empaquetó y lo envió a un supermercado en España. En Calahorra, un niño de 5º curso de Primaria quería colaborar en el proyecto que todos los años se llevaba a cabo en su colegio: un proyecto que colaboraba con una ONG local encargada de ayudar a los más necesitados de África. Este niño fue con su padre al supermercado con la idea de comprar un alimento no perecedero como el arroz, y así fue, compró una bolsa de arroz y resultó ser de un kilo y ese kilo era el comprado por la fábrica a aquel aldeano oriental. Al día siguiente, el niño llevó su kilo de arroz a clase para entregarlo y así cumplir su propósito. La profesora tomó el kilo de arroz y lo llevó a unas cajas situadas en la entrada del colegio. Allí esperaban dos hombres que llevaron las cajas hasta un camión que las transportó hasta un almacén. Dos semanas después, unos voluntarios de la ONG dieron con la caja donde estaba el kilo de arroz y la llevaron hasta un barco que viajó a Melilla con el cargamento. Ese cargamento fue llevado hasta un poblado marginal del sur de África en el que había otro niño. Este niño era el hijo del líder del poblado que estaba muy enfermo por la desnutrición y a punto de morir. El médico le dijo que solo le quedaban 3 días de vida, ya que la desnutrición estaba muy avanzada. Por suerte el cargamento de comida llegó a tiempo, y el kilo de arroz fue el que alimentó a la familia de ese niño, salvándole de la muerte por desnutrición. El niño africano probablemente jamás sepa de dónde procedía ese arroz, ni el niño de 5º de primaria a quién fue a parar. Ni siquiera el señor agricultor de la aldea china. Resulta extraño pensar que , al final, un pobre agricultor chino haya salvado a un niño africano de morir de hambre…
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