El milagro de Kiongwani
Oí hablar por primera vez de Kiongwani hace ya algunos años, gracias a Begoña, amiga de mi madre y sobrina de Cecilia, una religiosa que ha estado siempre velando por los más desfavorecidos.
En este pueblo de Kenya, asolado por la pobreza, un grupo de personas solidarias y dispuestas a ayudar hacen lo imposible por intentar mejorar la situación de su entorno y sus gentes.
Fue en el año 2004, cuando un grupo de voluntarios, que llevaban tiempo trabajando en África en favor de los más desamparados, conocieron este pueblo, llamado Kiongwani.
Se encuentra a 95Km al sur de Nairobi, después de atravesar un camino duro y pedregoso a 5 Km de la carretera principal.
En la primera visita al pueblo, los voluntarios observaron cómo los habitantes del pueblo carecían de agua, luz eléctrica, alimentos… Así que decidieron cambiar las cosas.
Poco tiempo después, nació la asociación María Salum Infirmorum, que, según sus propias palabras,
se trata de una asociación sin ánimo de lucro, que pretende vivir el evangelio de Cristo, de Aquel que pasó por el mundo haciendo el bien y curando toda tipo de enfermedad: pobreza, injusticia, marginación, enfermedades del cuerpo y del espíritu.
Enseguida pasaron a la acción, con unos objetivos muy claros, que aún hoy siguen siendo una prioridad:
- Dotar al poblado de estructuras y de materiales que den la oportunidad de trabajar a los habitantes del pueblo, para forjarse ellos mismos un futuro más digno
- Facilitar formación escolar de niños/as y adolescentes (apadrinamientos)
- Facilitar formación académica y profesional a los/as jóvenes
- Programar cursos de alfabetización de adultos
- Proporcionar becas de estudios para seminaristas
- Ayudar a los más indigentes, atendiendo las necesidades más básicas: alimentos, atención médica…
Año tras año, se unen numerosos voluntarios al proyecto, que aportan elementos esenciales: alimentos, ropa, material escolar, un grupo electrógeno… Entre todos, se van cubriendo las necesidades más básicas de los habitantes de Kiongwani.
Cuando se consiguen suficientes objetos para llenar un contenedor, se envía todo hasta el pueblo. Primero, se preparan los paquetes en Calahorra, desde donde se llevan en un camión hasta Pamplona. Desde allí, se llena el contenedor “MAERSK”, que ya está preparado para ir a Kenya.
Tras 15 días de viaje, el contenedor por fin llega a su destino. Las personas que se encargaron de preparar el material en España viajan a Kiongwani para organizar y distribuír todo el material del contenedor.
Luego, se reparten los objetos a las gentes del poblado. Así, todos los habitantes pueden disponer de los elementos más básicos para vivir.
Una de las principales ayudas consiste en el apadrinamiento de niños y niñas de este pueblo, proporcionándoles de todo lo necesario para su día a día: material escolar, ropa, juguetes…
Esta es la niña que tengo apadrinada, dice Tere H., mostrándonos la foto. Se llama Lucía. En diciembre recibí su carta con las notas y su felicitación de Navidad. Estoy contentísima de ver su progreso con tan poco dinero. ¡Qué feliz me hace!
El problema q tenemos ahora es que aquí, en España, también hay muchas necesidades y mucha gente no nos entenderá, pero yo creo que también nos podemos sacrificar y dar lo q se pueda.
Teresa L., otra colaboradora del proyecto señala:
Por muy mal que estemos aquí, no os podéis imaginar cómo están allí. Aquí siempre hay una puerta donde llamar, y, si no, Cáritas, Cruz Roja, y más ONGs te ayudan aunque sea a comer. Allí no.
Nuestra niña apadrinada
Nwenda es una niña de Kiongwani. Ahora, está mucho más contenta que hace años. Puede ir al colegio, tiene un uniforme, unoz zapatos, y material escolar. Su pueblo ha cambiado mucho. Donde antes no había nada, ahora hay una granja de pollos, una escuela y un taller de costura donde confeccionar los uniformes escolares. Todo lo que nosotros podríamos considerar normal tener, para ellos es un sueño, y gracias a las personas que han sido solidarias, ahora Nwenda podrá tener una educación, y su vida, al igual que la de muchos otros niños y niñas, podrá ser mucho más feliz.
La cara de sorpresa de los niños cuando vieron por primera vez un futbolín, cuando les dieron zapatos para no tener que andar más descalzos, cuando vieron un tractor arando las tierras, cuando vieron por primera vez una bicicleta y tuvieron acceso a la luz eléctrica, no tenía precio… Mejorar la calidad de estos niños, como Nwenda está en nuestras manos.
Esta vez hemos hablado de Kiongwani, pero en el mundo hay otros muchos “Kiongwanis” que necesitan nuestran ayuda y colaboración.
¿En qué consiste apadrinar?
Concha Sánchez, colaboradora de la asociación María Solum Infirmorum:
Con el apoyo y la colaboración de todos, podemos hacer que el mundo sea un lugar mejor donde todos podamos convivir. Tú también puedes aportar tu granito de arena enviando tus aportaciones o apadrinando a un niño de Kiongwani.
Infórmate en la página oficial de la organización.