Andorra
Tuve la grandísima suerte de pasar la primera semana del año esquiando con mi familia y unos amigos.
A pesar de que ya había estado otros otoños en Andorra, esquiar allí por primera vez, y ver sus grandes montañas cubiertas de nieve me ha impresionado más de lo que imaginaba.
Nos hospedamos en La Massana, a escaso cuarto de hora de Andorra la Vella; y esquiamos en Pal, una estación muy bonita, en la que la mayoría de las pistas se encuentran entre bosques inmensos,con altos árboles cubiertos de nieve, eso sí, al haber tantos árboles pegaba mucho la sombra.
Todos los días madrugábamos para coger el huevo ( teleférico que une el pueblo con la estación de esquí), y esquiábamos durante todo el día, con una rápida parada para comer, y seguir aprovechando la nieve y el sol, que no falló ningún día.
Una de esas tarde decidimos cambiar de estación, y pasamos a Arinsal, hasta la que puedes llegar esquiando hasta un punto, y a partir de ahí hay que coger un teleférico. A mi, personalmente, me gusta más Pal, y la nieve está mejor.
El día 5 de enero, la víspera de reyes, estos estaban esquiando y, a pesar de que me hubiera gustado, no tuve la suerte de hacerme una foto con ellos, pero por la noche fueron muy buenos.
Volviendo a la rutina de aquellos días, por la tarde, cuando acabábamos de esquiar, una rápida ducha de agua calentita, y a pasear por el pueblo que, con los adonos de navidad encendidos al anochecer, parecía un pueblo de película: la calles con nieve, las fachadas de las casas de piedra y el tejado de pizarra, los adornos de navidad y las montañas nevadas tocando el cielo y rodeándonos.
Otras tardes, sin embargo, decicimos desplazarnos a Andorra La Vella, una ciudad que, sea la estación del año que sea me encanta. Coros cantaban por las calles, llenas de gente ultimando todas las compras de reyes.
Ya por la noche, y con un frío tremendo en la calle, mientras los padres tomaban un café bien caliente, nosotros jugábamos en el salón del hotel, nos retábamos al billar, o simplemente hablábamos y nos reíamos comentando el día con los amigos, tanto los viejos como aquellos que habíamos conocido esa semana. No tardábamos mucho en irnos a dormir: Estábamos muy cansados y, a la mañana siguiente comenzaba otro día genial.
Ha sido una experiencia muy bonita, he disfrutado muchísimo, y ¡Ya están las pilas cargadas para el segundo trimestre!
a parada para comer y seguir aprovechando la nieve y el sol, que no falló ningu
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