Una mochila de experiencia carcelaria en la espalda

Lunes, 29 febrero 2016

Publicado en: Curiosidades

Con respecto a la gente que trabaja actualmente, Magda se siente feliz con lo que hace. Dice que si supiesen lo que le gusta, no le pagarían. Confiesa que le gusta su trabajo. Pero también es cuidadosa, se da tiempo. Al principio metía muchas horas, pero ahora no va tanto (también porque tiene más trabajo fuera), pero nos cuenta, que solo poniéndote tus propios límites, es como se llega a estar bien:

“Encontrar tu propia medida, porque si no, no es un trabajo agradable, ya que implica estar en contacto con la frustración, el dolor… Pero es apasionante, al pensar que puede provocar una sonrisa, ser un poco de luz, dar esperanza”.

Pero para ello, debe ella estar bien. Para dar su opinión sobre la reinserción de estas personas tras la cárcel, nos hace una metáfora. Dice que la sociedad, compara la población delincuente con la basura. Cuando se tiene la basura orgánica en la cocina de la casa y huele, es maravilloso bajarla y dejarla en el contenedor. Y una vez hemos hecho esto, nunca más nos acordamos de la misma. Entonces la población delincuente, que tiene unas características que son consecuencia de la sociedad en la que vivimos, no nos gusta en “la cocina de nuestra sociedad”, pero una vez la llevamos a la cárcel, nos olvidamos. E incluso, la sociedad es tremendamente castigadora. Nos cuenta la mala acogida que tiene por lo general, su asociación por parte de la gente. Mala acogida que tiene lugar, hasta que ellos mismos o alguien cercano, comete un homicidio involuntario yendo un día conduciendo, carga con la culpa del delito de otro… Es entonces cuando les cambia la percepción y se sienten necesitados. Dice que ha visto a las mismas personas que en un principio son tan castigadoras, dando vueltas la vida, deben arrepentirse de lo anteriormente cometido. Por otra parte, tampoco olvida a la gente que es solidaria. Pero, en general, hay un importante rechazo, incluso a los voluntarios.

En sus charlas siempre propugna lo siguiente:  “probablemente entre ustedes hay una víctima. Todos en la vida, somos víctimas de un delito, un robo… Pero aunque seamos víctimas, podemos tener un análisis distinto de una persona. Hay veces que podemos encontrar a gente que toda su vida ha sido una buena persona, pero ha cometido en un minuto y medio, un delito. Todos tenemos dos caras. Y no se puede juzgar una cara por las dos”.

Cuando estás en la cárcel ves la otra historia. Reconoce que su trabajo le ha hecho quitar prejuicios. Estos son los que reconoce que tenía, por ejemplo, con los violadores o terroristas. Delitos que dice “te gustan menos”. Para ella, escuchar a estas personas hace que se te derrumben muchos prejuicios. Oír la historia contada de otra manera, ver las lágrimas, la pena, la frustración, el querer rebobinar una noche. Todo la ha hecho replantear, cambiar su opinión y llegar a sentir, ternura, compasión.

Experiencias ha tenido también algunas realmente bonitas, o tiernas. La sensibilidad que ellos pueden tener cuando ven que ella sufre. Habla entonces, del día del terremoto de Haití, cuando ella se sintió tremendamente querida por ellos. Ya que éstos, sabían y entendían, que para ella, el saber que había 300.000 muertos, era algo que la destrozaba. Cuenta que una de las internas, la cual había cometido numerosos delitos de sangre, le dio todas sus manualidades para que las vendiera y mandase el dinero allí. Ella recuerda ese momento, como un descubrimiento de un lado realmente humano. Dice que se ve llorando abrazada a ella, en un momento indescriptible.

Otro fue, en la cárcel de San Pedro, un motín que hubo. Y cómo, sus chicos, al intuir lo que iba a suceder, inmediatamente la sacaron. Ellos protegían a su Capellana. Una de las preguntas que le hacen a veces es si pensará, después de todo lo vivido, que las cárceles aquí son mantequilla. A lo que ella responde un rotundo no. La privación de libertad de un ser humano, automáticamente pone todas las cárceles al mismo nivel. Luego, como dice, hay otros agravantes. Pero la pérdida de libertad, que es algo esencial en el ser humano, está en todas. Luego, ella ve otro castigo común, es la pérdida de intimidad. De la cual a veces olvidamos su valor real. Dice que tener que compartir siempre el mismo “chabolo” con otra persona, es algo esencial. Algo que también es muy importante, es que al delito y a la condena, se suma otra anónima. La de tu familia, que se estigmatiza y que debe pasar después por una serie de cosas que no son voluntarias. Hablamos del ser cacheado, de que revisen lo que se porta en el bolso… Castigos sobreañadidos a la condena. Son los castigos que se asocian, se dan por añadidura.

La Pastoral Penitenciara, también trabaja en la sensibilización de la sociedad. Lo que dice que es también prevención. Otro es la reinserción, para cubrir la falta de recursos de nuestra sociedad, para lograr este objetivo. Dice que es necesario un espacio con educadores, con un techo, una cama… Tener quien te oriente cuando sales. Uno de los trabajos que también dice, son importantes, es sostenerles en la esperanza de que se puede salir. Hay mucha gente que no tiene recursos cuando salen. Y ella cree que es importante, lo que lo refleja un buen pronóstico. Nos habla de que han creado una sustituto a este recurso para servir de acogida en un principio a las personas cuando salen de la cárcel, y que éstas, tienen un amplio porcentaje de no cometer delitos cuando salen. Delitos que en muchas ocasiones, cuenta, se cometen porque durante dos meses viven sin ningún tipo de ayuda. Lo que hace que estos dos primeros meses, al verse sin más opciones, opten por volver a delinquir.

Némesis

Curso: 4º ESO

Tutor: Anabel Marín Arellano

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