"Construyendo un mundo nuevo"

Martes, 15 marzo 2016

Publicado en: Entrevista

Presentación:

Me llamo Ignacio Izaris y soy navarro. Llevo trabajando como misionero en el Congo desde hace 50 años, a partir del año 2000, voy y vengo en períodos reducidos, 2 meses y medio y normalmente paso allí unos 4 o 5 meses al año. Antes vivía en el Congo permanentemente, pero razones como la salud han hecho que me quede aquí. Viajo periódicamente para poner en marcha proyectos, sobre todo desde el 2003 hasta ahora. Considero que ser misionero es como construir un mundo nuevo en base a los valores del evangelio, como la justicia, la paz…

P: ¿Cuándo surge ese afán por dejarlo todo atrás y dedicarse a los demás?

R: A los 12 decidí ir al seminario diocesano de Pamplona donde estudié durante ocho años. Cuando decidí ir a la misión llevaba ya mucho dentro. Antes había decidido irme a Talca, Chile, pero llegó un misionero quien nos habló de África y otros compañeros que desembarcaron quienes estaban ya inscritos y me apunté con ellos. Éramos 6 los misioneros de África. Y bueno, salí de Pamplona y fui a hacer el noviciado a Cat, Francia,allí aprendimos francés. Yo quería ir a Cartago, pero me enviaron a Bélgica, donde estudié 4 años de teología.

En el Congo, ningún problema, allí me ha tocado trabajar, ya que mi primera lengua es el francés. El 20 de diciembre de 1965 aterricé por primera vez, en Yili, de Quinchasa, y desde ese momento empezó una vida que poco a poco vas descubriendo. He vivido cuatro guerras y todavía estoy vivo. Se ha matado a mucha gente, pero sobre todo me ha impactado que mataran a los de Lano. En un descuido pude huir junto con mi compañero canadiense, y el pobre fue hacia ellos para decirles que no se llevaran el coche de la misión y lo mataron, el 21 de mayo. Ese hecho se me ha quedado tan grabado, que lo menciono siempre.

P: ¿Qué sitios has visitado durante todos estos años?

R: Prácticamente he estado en el este del Congo, en la provincia oriental. El Congo es casi como toda Europa, es un país inmenso. Y es allí donde me nombraron. Cuando iba a ir, yo pedí Guinea, Conakri, si hubiese ido allí me hubieran despachado. El año siguiente, el presidente Secú Turé despachó a todos los misioneros. Y entonces me enviaron al Congo porque tras haber matado a 6 compañeros en esa diócesis y otros 3 en la vecina, necesitaban misioneros.Y fuimos a reemplazo, había que cubrir los puestos de los compañeros que habían muerto. Y allí he pasado mi vida entre diferentes actividades pastorales, primero como sacerdote y de este modo dándoseme la oportunidad de descubrir un mundo nuevo donde es posible conocer las necesidades.

De esta forma evolucionó también mi mentalidad: Eso de que íbamos allí a salvar almas se terminó hace tiempo. Tuvimos que trabajar  y enseñarles a mejorar su vida, que es la tarea que nos confirió Jesús de Nazaret. Y allí entra todo: desarrollo humano, promoción de Dios.., todos los aspectos de la vida de las personas.

P: ¿Qué hecho es el que más  ha marcado  tu vida como misionero?

R: El asesinato de nuestro hortelano. Fue una noche trágica, la del 21 de mayo, no recuerdo la hora. Cuando levanté el cadáver de Silvano… Yo no sabía que lo habían matado, oí los disparos, pero pensé que eran para asustar. Y resultó, que el hombre fue hacia ellos a decirles que no se llevaran el coche y lo asesinaron. Era nuestro hortelano, muy buena persona, y su muerte me marcó mucho. Cuando tuve que salir forzado de allí en el año 2000 también me afectó. He tenido muchos percances, pero quizá estos sean los dos más fuertes. Ahora a los dos hijos de Silvano, Pascal y Boatung  les hemos comprado unas tierras y estamos construyéndoles unas casas. Ya hemos llegado al nivel del dintel, a la altura de las ventanas, y queda cubrir las casas.El objetivo reside en que tengan un buen futuro gracias al sacrificio de su padre, un lugar seguro donde puedan vivir dignamente.Hasta ahora no había medios, pero poco a poco, las cosas se hacen como se puede. No es un proyecto oficial, es algo que vamos haciendo con  la ayuda de amigos

 

 

P: ¿De qué modo ayuda su programa de Manos Unidas en cuanto a la lucha contra el hambre?

R: Yo soy un agricultor nato, de familia de agricultores, me gusta mucho,pero resulta que me ha tocado también ser constructor, en mi vida había hecho ladrillos, y hemos fabricado 4 millones de ladrillos. Se han construido 13 escuelas primarias, de 6 aulas, estamos construyendo la decimocuarta con el proyecto de Manos Unidas. Tenemos que justificar en mayo pieza a pieza por que andamos mal con los ladrillos,a causa de que el agua los estropeó. Cometieron un fallo, los dejaron en la calle, llovió y se vuelven barro de nuevo.

Y después hay 4 centros de salud. Mi principio es que los niños que tengan acceso a las escuelas no tengan que andar demasiados kilómetros, que no sean más de 7 u 8. Estamos colocando las primeras escuelas en lugares céntricos, los centros de salud lo mismo o más, ya que no tenemos para todos los pueblos. Si abarcáramos todos los pueblos de la zona harían falta 15 escuelas más, pero hay que empezar por algo, que sea céntrico, los centros de salud lo mismo. El que estamos haciendo ahora tiene un centro de salud a 30 kilómetros, y el nuestro en Berunda a 27. Allá no hay ambulancias ni carreteras, si uno está enfermo, ¿cómo te vas a pegar 27 kilómetros andando? Hay que acercar los centros a los lugares en los que la gente los necesita. Ese es un poco el sistema que llevo, porque he trabajado en centros donde había todo, hospital, maternidad, escuela de enfermeros, de la cual me tocó ser constructor junto con el hospital. Hay tres comunidades de monjas, estamos los hermanos y los sacerdotes de la parroquia, digamos que está todo organizado ya. A veces hay más urgencia a las afueras que dentro, donde ya tienen lo necesario. El hospital lo acepté el año pasado, un proyecto de Manos Unidas, y renovamos el tejado del hospital. La chapa galvanizada estaba perforada y llovía dentro. Hay sitios más necesitados en una misma diócesis y es allí donde yo quiero llegar, al menos dar la posibilidad a todos, sin haber ningún privilegiado.

P: ¿Qué le gusta más de ser misionero, el hecho de ayudar a los demás o lo que le ayuda a usted crecer como persona?

R: A mí que los hombres puedan vivir una vida más digna gracias a mi trabajo es lo que más me ayuda y conforta. Todo el mundo que me conoce sabe que no busco el propio beneficio, aunque a veces uno tiene protagonismo sin querer. Me peleo con los jefes cuando hay injusticias. Los soldados me temen porque soy europeo: “Este majo que nos castiga”, un poco así diciendo. Un día me preguntó uno: “¿Qué haces tú aquí europeo?”, -siempre se dirigen a ti con un tono muy agresivo-, y le dije: “Mi programa se titula bobobo,” y me dice,”¿y eso qué es?” y le digo: “Eso en mi pueblo se llama bo ¿? Justicia, bo ¿? Verdad, bo ¿? Paz, bo ¿?. Toda clase de bien y eso los creyentes les llamamos ¿? El Reino de Dios”. El hombre se quedó que no sabía dónde estaba y ya me pregunta ¿Y cuántos hijos tienes?, y le dice la jefa que estaba allí presente, María Budita: “Es un sacerdote” y le digo: “Amigo, desde la frontera de Sudán hasta donde llega nuestra diócesis, que tiene 405 kilómetros de norte a sur todo el mundo me llama padre, (no sé que dice en francés) pues entonces tengo muchos hijos. Hay que tener facilidad para salir del apuro porque si no es muy difícil vivir allí.

P: ¿Qué relación mantiene con las personas que ha conocido a lo largo de sus viajes?

R: ¿Allí? No soy especialista en las nuevas tecnologías, pero sé manejar un poco los correos electrónicos; fuera de eso no se me pide demasiado. De Excel manejo cuatro cosillas. Así: tanto para los trabajadores, tanto para los carpinteros, tanto para los albañiles, tanto el cemento y me comunico con ellos a través de internet, porque el teléfono… primero lo he dicho, luego no lo he dicho… y lo escrito, escrito está. Ahí está escrito y no se borra. Más que nada para que las cuentas estén claras. Así hay cierto control. Me llaman de cuando en cuando, pero el teléfono es muy caro. Internet va rápido y es más barato.

P: ¿Cómo definirías la situación actual en estos países?

R: Podemos decir que están en situación de paz, pero pendiente. He vivido cuatro guerras en esa zona, prácticamente he pasado toda mi vida entre guerras. La más dura fue entre dos tribus, los Lendu y los Hema. El origen, la injusticia. Los Hema son ganaderos, comerciantes, tienen medios, dinero y corrompían a las autoridades, y estas mandaban al ejército y desalojaban a los Lendu de sus tierras. El día 27 de noviembre de 1997 estalló la guerra. Duró 5 años, fue una destrucción total. Uno de los aspectos de los que me enorgullezco como misionero es que se me diga que el proyecto que yo llevaba entre manos ha contribuido mucho a la pacificación de la zona, porque se han creado escuelas para los Boledo y para los Havu y para los Okebu y para los Lwalwa.

¿Qué es lo que hace falta para construir un mundo? Que todas las personas tengan condiciones dignas de vida. No son las Naciones Unidas. Me dicen que yo estoy en contra de las Naciones y, lo siento, pero sí estoy en contra porque están allá presentes y no hacen nada. Trece tanques tienen en Matadi, que es donde reside el obispo. ¿Para qué? Un día vinieron con el tanque a preguntarme si había seguridad, “¿es qué vais a venir si hay inseguridad?. Nunca os he visto aquí cuando hay inseguridad, aquí los demás tratamos de apañárnoslas y convivo con la gente, con las diferentes tribus y a mí nadie me molesta, ya veis el camino a recorrer para que haya paz en el país”. Lo digo porque creo que es una de las cosas principales que hay que trabajar en el Congo. 250 tribus tiene el Congo, lenguas otras tantas, solamente en nuestra diócesis hay 9 o 10 lenguas. Yo aprendí el kiluri y el lingara. El kiluri es la lengua de la tribu donde trabajo siempre y el lingara que es la lengua nacional, más el francés, claro, que es la lengua del país.

P: ¿Ha mejorado la situación en los últimos años o se ha agravado?

P: En diferentes niveles, por ejemplo, diríamos que desde el punto de vista material se han ido construyendo escuelas, centros de salud… Desde el punto de vista de seguridad también ha mejorado. Lo que ha bajado, y es triste, es el nivel de la escuela. Por ejemplo, la lengua oficial en la escuela es el francés. Recuerdo que cuando yo llegué, en el año 66, me confiaron enseñar la religión en la escuela y los chicos y chicas de 5º y 6º sabían perfectamente el francés. Hoy no, ni en secundaria a veces…., es una barbaridad porque han pasado muchos años en los que no han tenido medios, no saben lo que es un libro. Pero lo primero es lo primero: que puedan tener una casa decente, que esté cementado el suelo, que no sea de tierra donde se crean unos bichitos que llamamos yonya que te pican en el pie y si se te hace pus, te pueden envenenar y puedes tener problemas que encima allá se agravan. Que sea saludable y poco a poco que haya ventanas. Que haya luz. Yo, como soy medio ciego, no veo más que por un ojo y mal, pues que haya luz, no son necesarios los cristales porque no hace frío. Entonces, lo mínimo para vivir. Y poco a poco se ha bajado el nivel porque los mismos profesores no tienen una formación capacitada, las escuelas han ido aumentando pero ha bajado el nivel de formación, entonces eso repercute cuando son maestros, por ejemplo, escriben en la pizarra y se ven faltas en abundancia, tienes que corregir a veces cuando llegas. No hacemos inspección pero vamos a saludarles y ves lo que han escrito y a veces dices “¡Ay madre qué francés les enseñan!” y eso que no somos franceses, pero claro yo lo he trabajado mucho, me ha tocado estudiarlo tantos años… A nivel religioso hay mucho clero, prácticamente los misioneros extranjeros desaparecemos. Quedamos dos o tres, todos los demás son sacerdotes locales. Prácticamente,  lo que es el servicio religioso está en sus manos. Los misioneros no llevamos más que una de las 13 parroquias que existen. Ahora han  hecho otras 19, .controladas por el clero local.

P: Como misionero, ¿cómo contribuye a expandir la palabra de Dios?

R: Pues… anuncio la palabra verbalmente y sobre todo con los hechos. El programa que Jesús nos ha trazado es “Como el Padre me envió así os envío yo” y va a decir ese discurso famoso en Nazaret que dice: “El espíritu del Señor está sobre mí y me ha enviado para que los ciegos vean, los cojos anden, los pobres sean evangelizados, escuchen la buena noticia que Dios nos ama, no nos abandona”, y ese es el programa y eso es para mí. Y lo digo con todo el convencimiento, quizá hemos pecado, pero hasta los misioneros también nos hemos restringido demasiado al aspecto teórico de anunciar la palabra en un sermón, en una catequesis… pero hay que anunciarla en los hechos, en la vida y tiene más fuerza cuando lo ven por ellos mismos.

 

Más información: Campaña Manos Unidas

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