La vida de un niño en la Francia ocupada por los nazis.
Jueves, 08 marzo 2018
Publicado en: Literatura
En 1940 estalló la segunda guerra mundial y Alemania, después de invadir Polonia, se dispone a invadir Francia.
Hitler pone en marcha su estrategia: invade Bélgica para que los franceses concentren todas sus tropas en la frontera, pero lo que estos no saben es que un ejército alemán está cruzando las Ardenas, un bosque que se pensaba imposible de atravesar, para rodearlos.
Asi es como consiguieron arrinconar y envolver a los ejércitos británico y francés en las playas de Dunkerque, donde eran presas fácil para la luftwaffe: la fuerza aérea alemana. La única salida para los cientos de miles de soldados, era el mar, por lo que Winston Churchill se dirige a su pueblo con las siguientes palabras:
“Todo barco que pueda flotar que se dirija a Dunquerque a salvar a los aliados”.
Con las tropas aliadas en Inglaterra Hitler invade el norte y la costa de Francia sin mucha resistencia, ocupando el pueblo de Jean Marie Marchand, mi abuelo, en donde la familia deberá acoger a un soldado alemán en casa. Por aquel entonces mi abuelo era un niño y ahora os contaré sus experiencias.
El 19 de mayo de 1940 la ciudad en la que vivía por aquel entonces era Cambrai, al norte de Francia con 35.000 habitantes fue asediada por los alemanes y nueve días después la resistencia se rindió rápidamente ya que el avance alemán nos pilló por sorpresa y no había habido tiempo para su preparación. Mi familia tenía un coche por lo que intentamos huir a España pero el avance alemán fue tan rápido que fuimos bloqueados en la región de Calvados en donde nos hospedamos en un pequeño castillo que mi abuelo poseía antes de volver a Cambrai.
Cuando llegamos de nuevo los alemanes habían requisado la planta baja de la casa para hospedar a tres soldados con el rango de capitán que pertenecían a la fuerza aérea alemana, la luftwaffe. No habían sido militares obligados a partir a la guerra sino que eran militares de carrera, profesionales. Siempre iban arreglados, bien vestidos y peinados, eran educados y con los niños de la casa cariñosos, ya se notaba que ellos tambien tenian hijos.
Lo bueno de hospedar alemanes era que recibiamos carbón por su parte para calentar la casa. Estos nos ofrecían chocolate y golosinas pero estábamos en guerra y mi padre no nos dejaba aceptarlas, y en el caso de que lo hiciésemos nos ganabamos una colleja.
Los militares se pasaban el día en el aeródromo ya que eran pilotos, nunca comiamos con ellos y solo los veíamos por la noche.
Iba al colegio a pesar de la falta de profesores, libros y de material escolar. A veces la sirena sonaba acompañada del estruendo de los aviones y posteriormente grandes explosiones. En estas ocasiones nos refugiamos en los sótanos. Un día, después de un bombardeo descubrí que el barrio a 100 metros de mi colegio había quedado totalmente destruido, aquel día tuve suerte.