Entrevista a Emilio Calatayud, Juez de menores de Granada

Emilio Calatayud durante su intervención.

Lunes, 12 febrero 2018

Publicado en: Reportero Social


Esta semana actualizamos nuestro periódico con una entrevista que grabamos hace unas cuantas semanas y de la que nos sentimos especialmente orgullosas y es que una no tiene todos los días el privilegio de entrevistar a toda una autoridad como don Emilio Calatayud, Juez de menores de Granada, que ha alcanzado gran popularidad por sus “peculiares” sentencias. ¿Cómo lo conseguimos? Nos gustaría atribuirnos el mérito pero, si lo logramos, fue gracias a Roberto González Guillén o, como nosotras le decimos, “don Roberto” quien logró convencer a don Emilio para que diese una conferencia en nuestro pueblo y, claro, ¡no desaprovechamos la ocasión! Así que, gracias a la buena disposición de ambos, disfrutamos de un ratito para poder realizar esta entrevista. Ni qué decir que la experiencia nos encantó por lo interesante del tema (justicia, menores, sentencias ejemplificantes…)  y, sobre todo, por el carisma que transmite este juez.

Lo cierto es que, a pesar de que queríamos retransmitirla en una pista de audio únicamente, hemos tenido que transcribirla debido al ruido de fondo, aún así, esperamos que disfrutéis de ella.

– Punto y coma: En primer lugar queríamos agradecerle que haya accedido a concedernos esta entrevista. Sin duda, nos hace mucha ilusión conocerle y poder charlar con usted sobre un tema que se nos antoja muy interesante al tratarse de adolescentes y las posibles consecuencias legales que pueden derivarse de sus acciones puesto que, en muchos casos, no somos conscientes de ello.

– Emilio Calatayud: Yo encantado de estar con vosotras y, desde luego, ya me gustaría que sirviera para algo mi charla.

– P.C.: Hemos leído en su biografía que estudió en un internado con fama de estricto y que este hecho determinó su vocación profesional, ¿es así? Cuéntenos, por qué lo hizo y en qué sentido.

– E.C.: No, eso son las cosas de los medios. Yo era un chaval que era un mal estudiante, entonces, mis padres… Yo suspendí en 4º, 4º de Bachiller, yo tenía entonces 13 años, no sé cuál sería el equivalente al vuestro, y suspendí 8, entonces, mis padres me castigaron y me metieron en un colegio, el “Capillos”, que era una especie de reformatorio para niños pijos y entonces estuve todo el verano castigado. En 5º aprobé las 8 que me quedaron y pasé pero, al año siguiente, suspendí 4, y entonces mis padres me volvieron a castigar y me metieron a trabajar en un taller, dos meses o tres meses pero luego he sido un chaval…, la verdad es que yo no estudiaba, yo era muy tímido para los estudios, pero eso de que marcó mi vocación son las cosas de los periodistas.

– P.C.: Como hemos referido anteriormente ha alcanzado gran popularidad por sus sentencias “rehabilitadores” y ejemplificantes. ¿Hasta qué punto éstas han supuesto un punto de inflexión en la vida del adolescente/s en cuestión?

– E.C.: Pues mira, la verdad es que yo soy de la primera promoción de jueces de menores. Yo cuando entré de juez, no me gustaba, yo no entré por vocación, yo entré de juez porque quería un sueldo fijo.

– P.C.: Uy, uy, uy… (Risas).

– E.C.: Sí, yo estudiar por estudiar, no, a mí nunca me ha gustado estudiar. Lo que pasa es que yo terminé la carrera, me hice abogado, no me gustaba lo de abogado y yo quería un sueldo fijo, entonces me fui a una empresa para irme a Madrid, después en la mili conocí a un compañero que había suspendido para inspector de Hacienda y su novia se había sacado Secretaria de Juzgado y dijo: “pues vamos a hacer jueces, vamos a hacer jueces”, pero yo hice jueces como podía haber hecho otra cosa. Me gustaba el trato humano, así que entré en la Justicia en Canarias, volví a Granada pero, cuando sale la especialidad de menores, pues era una cosa nueva y dije: “voy a probar esto”. No me gusta la justicia urbana, tanto papel y no ver a las personas y entonces empecé a trabajar en la justicia del menor. Yo siempre he pensado que, en menores, hay muchas posibilidades, aparte de la privación de libertad, de que el menor repare el delito y, entonces, desde el principio busqué la alternativa a la prisión y, pues me gustó. El primer caso que tuve, fue un chaval al que sorprendieron conduciendo un ciclomotor borracho. Lo condené a ir a trabajar a Traumatología, con los enfermos, y así fue empezando pero, sencillamente, porque la ley no lo preveía pero porque yo entiendo que hay muchas formas de  repara el delito, que la prisión es lo último, siempre hay otras posibilidades. En función del chaval y del delito que ha cometido, dentro del margen legal, intento buscar alternativas a la privación de la libertad.

– P.C.: Pero luego, ¿ha tenido constancia, por ejemplo, ha conocido si ese chico, después de esa sanción, de algún modo ha cambiado, le ha marcado esa experiencia?

– E.C.: Sí mira, mucho. Te voy a contar una anécdota del otro día. Hace…, estábamos en verano, pues en medio yo me encuentro un chaval, tú ten en cuenta que yo llevo de juez de menores desde el 87, o sea, yo llevaré juzgados 17.000-18.000 chavales. Y estoy tomando una cerveza y me encuentro un chaval, de treinta y tantos años, guaperas, muy bien vestido… y me dice: “don Emilio, ¿no se acuerda usted de mí?” Y le digo: qué me voy a acordar de ti.

– P.C.: Como con los profesores… (Risas).

– E.C.: “Es que usted me condenó”. Y digo “ya verás tú a qué lo condené. ¿Pues qué hacías? Si te condené, no sería por ir a misa.” “No es que yo tenía un grupo por ahí y tal y que cual”. Pues bueno, ¿y a qué te condené? “Pues mire usted, me condenó a una redacción de doscientos folios, por las dos caras “. ¿Sobre qué? “Sobre el respeto a la propiedad privada. Todavía me acuerdo de la mano, de tal y de cual”. Bueno, ¿cómo te ha ido la vida? Y dice: “pues muy bien. Dejé a aquellos amigos, y después estudié y me hice las oposiciones de policía…”.

– P.C.: Al otro lado de la ley… (Risas).

– E.C.: “De policía y, ahora estoy de bombero”. Y este verano que fui a pasar unos días a Pradollano, en la sierra, había una competición de bomberos y ahí estaba el chaval corriendo como bombero en estas competiciones.

– P.C.: En parte por su trabajo…

– E.C.: Lo que más te agradecen es cuando les condenas, por ejemplo, a sacarse la enseñanza obligatoria, pues eso siempre te lo agradecen pero… no porque, mira, el 80% de los chavales cometen delitos pero no son delincuentes, ¿quién no ha cometido barbaridades o tonterías? Entonces lo único que hace falta es acompañarlos a madurar… Se les pone una pena. Luego tenemos un 10% que es carne de cañón, eso ya no tiene remedio, depende de dónde has nacido, sus padres, su genética, su barrio…

– P.C.: Vamos, que el contexto no acompaña…

– E.C.: Y luego tenemos otro 10% que es muy trabajador, y el 50% de ese 10, pues sale para adelante, dependen de un buen profesional, de la suerte, de la crisis, de un buen novio, una buena novia… El 85 de los chavales que pasan por la justicia de menores, no acaban  en la justicia pero porque, el 80, lo único que le hace falta es darles un escarmiento o dos, pero van creciendo y van madurando y, una vez que maduran, dejan de cometer delitos.

– P.C.: ¿Cómo han asumido éstas los familiares de los condenados? ¿Y de las víctimas?

– E.C.: Al principio, extrañados pero, luego, te lo piden ellos, te lo agradecen. A mí la primera vez que yo tuve un chaval que un era un chorizo… era muy listo, te estoy hablando de que yo en esa época condenaba a los 12 años, de 12 a 16 porque en aquella época se era mayor a los 16 años, y tenía un choricillo que era más listo que el hambre y tenía 12 años, 13 años , y se dedicaba a robar todo los vídeos de “Continente”, no había ni “Carrefour”, era “Continente”, eran unos grandes almacenes (…)., y lo tengo encerrado, y sabía que era más listo que el hambre pero, me di cuenta que no sabía leer y le dije: tú no sabes leer. Y me dice: “mire, ¿por qué no me condena usted a aprender a leer? Y le digo: mira, te voy a condenar a aprender a leer y a escribir, y en cuanto aprendas, te saco del reformatorio. “Pues mire usted, yo quiero que me condene a eso, porque si yo aprendo a leer, yo sé que con 16 años  no voy a estar en prisión y, si yo aprendo a leer, me va a abrir usted la ventana a libertad”. Y se me quedó ahí, y era tan listo que lo saqué, y después no entró en prisión porque era un tío muy listo. Y lo vi hace poco, ya tiene treinta y tantos año, cuarenta años, ya es abuelo porque es gitanillo y esos tienen hijos…

– P.C.: ¿Le va bien?

– E.C.: Le va estupendamente. Ha estado trabajando de albañil por Cataluña, 5 hijos, no ha vuelto a estar parado nunca… Ése fue el primero que me dijo: “condéneme, condéneme usted a leer”. Y lo condené, y desde entonces siempre que puedo, me doy cuenta que muchos no saben leer, pues los condeno a aprender a leer, luego a otros los condeno a enseñarse la enseñanza obligatoria.

– P.C.: Es conocedor de alguna experiencia negativa durante el cumplimiento de una sentencia, es decir, ¿alguna vez alguna entidad se ha puesto en contacto con usted para comentar que el menor sancionado no estaba comportándose adecuadamente?

– E.C.: Sí, alguna vez pasa, entonces lo llamo a capítulo y si el delito que ha cometido es grave y no está respondiendo, lo encierro por desobediencia.

– P.C.: ¿Son muchos los casos?

– E.C.: Sí, hombre, tú ten en cuenta… Mira, yo llevaré juzgados ahora unos 34-35 asesinatos, homicidios, unas 150 a 160 violaciones, agresiones sexuales…, y luego ya 17.000-18.000 chavales, hay de todo. Entonces, a ver, yo tengo chavales que han cometido delitos muy muy graves, pero no son delincuentes porque hay que conocer la historia (…) Ahora que hay gente que sale para adelante, salen para adelante muchos  y hay gente que sabes que son carne de cañón.

– P.C.: En Educación estamos desarrollando programas similares. Cuando un alumno  está expulsado se sustituye  eso por colaborar  con algún tipo de asociación…

– E.C.: Exacto. Lo que pasa es que el problema de los profesores es que necesitáis el consentimiento de los padres, yo no necesito el consentimiento de los padres, yo tengo el consentimiento del menor, y a mí me lo da el menor, y si no me da el menor su consentimiento, lo encierro.

– P.C.: También nos hemos interesado por su blog en el que refiere alguno de los casos que trata y cómo ha gestionado éstos, ¿qué tipo de comentarios suele recibir de sus lectores? ¿Y entre sus compañeros? No sé, nos imaginamos que le dirán: “Pero qué ocurrente eres Emilio…”

– E.C.: Sí, pero vamos te en cuenta que el blog no lo llevo solamente yo, lo llevo con Carlos Morán, y lo que se escribe todos los días sale de los dos, pero, realmente muchas veces nos inspiran los comentarios que hace la gente, muchas historias salen de lo que oímos, de lo que nos cuentan… Y la verdad es que sí, hemos recibido mucha… Son anécdotas que me pasan en el juzgado, en la vida, a compañeros míos, amigos…

– P.C.: ¿Y sus compañeros? Porque ha sido un pionero entre sus compañeros en este tipo de…,  ¿qué fama tiene entre sus compañeros?

– E.C.: No, muy bien.

– P.C.: Porque, a veces, también es arriesgado hacer este tipo de…

– E.C.: Sí mira, lo que pasa es que yo llevo ya 37 años de juez. Yo estoy en un escalafón muy alto, soy de los primeros de España. Entonces lo que no es normal es que un juez de 37 años de servicio esté de juececillo de menores, yo tenía que estar por escalafón en el Tribunal Superior, en la Audiencia… pero a mí me ha gustado esto, entonces, como yo he sido Juez Decano de Granada durante 8 años, yo me he dejado la piel por mis compañeros, no he querido promocionar, eso te da una independencia, al cabo del tiempo, que la gente te reconoce como un juez mucho más experimentado que los que quieren hacer carrera profesional.

– P.C.: Ya, que la gente ve que es algo vocacional, que no es una forma de alcanzar popularidad porque podría haber promocionado de muchas maneras…

Hasta aquí llega nuestra entrevista aunque, si fuese por nosotras, estaríamos toda la mañana charlando con usted. Lo dicho, muchísimas gracias por habernos concedido esta entrevista, quién sabe si terminamos despertando alguna conciencia más.

La verdad es que podríamos escribir largo y tendido acerca de lo expuesto anteriormente pero, a fin de no pecar de pelmas, concluimos con:

  • Un alto porcentaje de los jóvenes que cometen un delito no son delincuentes, lo hacen por mera ignorancia o inmadurez, por lo que pueden “modelarse” y reinsertarse en la sociedad.
  • No podemos evitar que nos vengan a la cabeza las palabras de Erasmo de Rótterdam que decían algo así como que la razón y la educación son las que hacen a los hombres.

 

Link del blog de Emilio Calatayud y Carlos Morán:

http://www.granadablogs.com/juezcalatayud/category/blog/

Punto y coma

Curso: 4º ESO

Tutor: Ana Olarte Fernández

Localización

Twitter