Reviviendo un Clásico

Miércoles, 28 febrero 2018

Publicado en: Literatura


El 22 de Febrero nuestro colegio asistió a una representación en el Ayuntamiento de Logroño, las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes. Son una serie de doce novelas cortas que Miguel de Cervantes escribió entre 1590 y 1612. En un principio recibieron el nombre de Novelas Ejemplares de honestísimo entretenimiento. Su denominación de ejemplares obedece a que son el primer ejemplo en castellano de este tipo de novelas y al carácter didáctico y moral que incluyen en alguna medida los relatos. Se suelen agrupar en dos series: las de carácter idealista y las de carácter realista. Las primeras se caracterizan por tratar argumentos de enredos amorosos con gran abundancia de acontecimientos, por la presencia de personajes idealizados y sin evolución psicológica y por el escaso reflejo de la realidad. Se agrupan aquí: El amante liberal, Las dos doncellas, La española inglesa, La señora Cornelia y La fuerza de la sangre. Las de carácter realista atienden más a la descripción de ambientes y personajes realistas, con intención crítica muchas veces.  Todas estas historias fueron contadas por Jordi Borras e Ionai Ramirez, de la compañía Transeduca, que con un toque de humor consiguieron que todos los espectadores que estábamos viéndoles, no paráramos de reír. Les acababan de echar de su trabajo porque el personaje de Jordi Borras no paraba de representar a Cervantes. En uno de sus arrebatos por querer ser actor. Los dos actores después de hablar de su despido deciden hacer algunas de las novelas ejemplares de Cervantes.

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También pudimos observar la grandiosidad que tiene Joel Muñoz para las luces y los sonidos en su momento adecuado.

Los relatos que vimos en el Ayuntamiento fueron:

Rinconete y Cortadillo: Pedro del Rincón y Diego Cortado son dos jóvenes de unos 15 años de edad que huyen de sus casas por el maltrato al que les sometían sus familias en busca de dinero y libertad. Ambos muchachos coinciden en la puerta de una taberna donde se hacen amigos y roban a un arriero todo su dinero haciendo trampas en una partida de naipes. Tras un largo camino, llegan a Sevilla, donde consiguen su primer trabajo como portadores de mercancías. El sueldo es muy bajo, así que de buenas a primeras comienzan a delinquir robándole a un pobre sacristán una bolsa de dinero. Un chico llamado Ganchuelo contempla el robo y les indica que para robar en la plaza de Sevilla es necesario formar parte de un grupo o cofradía de ladrones y darle a Monipodio parte del botín. Rincón y Cortado acompañados por Ganchuelo van a ver a Monipodio que les asigna dos nombres: Rinconete y Cortadillo. Ahora lo dos jóvenes ya forman parte de la banda y están listos para delinquir, pero, de repente, el alguacil entra en escena reclamando la bolsa que Rincón y Cortado le habían robado al sacristán. Cortadillo se la entrega y Monipodio, tras contemplar esa acción, lo renombra como “el bueno”. Tras esta situación la banda se dispone a cenar. Pero, durante la cena, un centinela de la cofradía llega con una muchacha con aspecto de maltratada. La muchacha es Cariharta (una prostituta) que entra llorando, quejándose de los maltratos que recibía de Repolido. Gananciosa (otra prostituta) trata de consolarla. Monipodio le promete justicia, pero, acto seguido, Repolido se presenta enfadado. Finalmente, pide perdón y la muchacha y él hacen las paces.

Tras ello, Monipodio llama a todos los miembros y le pide a Rinconete que lea un libro titulado “Memorias de las cuchilladas que se han de dar esta semana” y luego manda a todos los miembros determinadas tareas. A Rinconete y Cortadillo les asigna el distrito que va desde la Torre del Oro hasta el postigo de Alcázar, luego les da su bendición y los convoca para el próximo Domingo.

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El licenciado Vidriera: Dos caballeros estudiantes encuentran en las orillas del río Tormes, a un niño de unos once años, llamado Tomás, que pretendía encontrar en Salamanca un amo que a cambio de sus trabajos le diese estudios; propuesta que los estudiantes aceptan de buen grado. Al poco tiempo, por su fidelidad y buen servir se había convertido en compañero y no en criado, y alcanzando gran popularidad en la Universidad por su notable ingenio.

A los ocho años, los caballeros terminaron sus estudios y decidieron regresar a Málaga, su ciudad; pero después de estar en esa hermosa localidad Tomás solicita permiso a sus amos para regresar a Salamanca. En el camino se encuentra con un capitán de infantería de su Majestad el cual alababa la forma de vida de la soldadesca y convenciéndolo para que se uniera a él en su viaje por Italia y Flandes.

Más tarde se gradúa en leyes en la ciudad de Salamanca donde despierta el amor de una dama, quien despechada al, no ser correspondida su pasión por Tomás, que enfrascado en sus estudios no se fija en el amor que le ofrecen, decide recurrir al poder mágico de una morisca, quien introduce cierto hechizo en un membrillo destinado a Tomás, para que éste, al comerlo, no pueda vivir sin el amor de la dama. El hechizo produce en el estudiante grandes ataques y una gravísima enfermedad, llevándole a la original locura de creerse de vidrio, no dejando que nadie se le acercara y pidiendo a la gente que le hiciera preguntas, no importaba su dificultad, él podría responderlas con soltura. El Licenciado Vidriera, así se hacía llamar, pasaba sus días paseando por las calles y satirizando casi todo lo que le rodeaba. Las noches de invierno dormía en el pajar y las noches de verano al aire libre.

Después de dos años un religioso consiguió curarlo pasando a llamarse el Licenciado Rueda; quien ahora en su sano juicio ya no es escuchado por nadie, motivo por el cual decide volver a Flandes y hacerse soldado, muriendo como tal.

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El coloquio de los perros:  El coloquio entre Cipión y Berganza, dos perros que custodian el Hospital de la Resurrección de Valladolid y que han adquirido la capacidad de hablar. Berganza le cuenta sus aventuras en Andalucía, recuerda su estancia en el matadero de su primer amo, hombre cruel de quien escapa, yendo después como guardián de un rebaño con unos pastores y más tarde con un adinerado mercader. Allí contempla un ambiente de robo y prostitución en el que una criada intenta sobornarla pero Berganza la rechaza y, temiendo su venganza, marcha al servicio de un alguacil y posteriormente con unos soldados. Ya en Montilla, la bruja Cañizares descubre que Berganza es una niña transformada en perro por otra bruja y ésta la ataca violentamente para proseguir sus andanzas en un campamento de gitanos y con un morisco. La penuria y riesgos de los últimos tiempos le hacen dirigirse al Hospital de la Resurrección.
Libro que, tanto por la forma como por el contenido, presenta gran complejidad. Parece que Cervantes elabora una fábula en la que a través de dos perros dibujados de modo portentoso quiere mostrar una crítica de la corrupción humana. El bien y el mal se dibujan nítidos, sin dulcificar; las conductas de gentes de diferentes estratos sociales queda satirizada y puesta al descubierto con detalle. El dialogo entre los perros es el vehículo para construir una narración en la que Berganza es quien cuenta las historias frente al contrapunto de Cipion que va comentando lo que oye.

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La ilustre fregona: En Burgos, no hace muchos años, vivían dos caballeros: Don Diego de Carriazo, quien tuvo un hijo que lo llamó con su mismo nombre, y Don Juan de Avendaño, éste llamó a su hijo don Tomas de Avendaño.

Cuando Carriazo tuvo trece años se marchó de la casa de sus padres por una inclinación picaresca. Estuvo en Madrid, en las Ventillas de Toledo, etc. Se graduó de maestro en las almadrabas de Zahara. Dejó de acudir tres veranos, en el último ganó a los naipes setecientos reales. Con ellos optó por vestirse y volver a Burgos a ver a su madre. Se despidió de sus amigos y les prometió que el próximo verano estaría con ellos.

Su familia le recibió muy contenta y se hizo muy amigo de don Juan de Avendaño, que era su vecino y tenía su misma edad.

Carriazo nunca le contó a sus padres todo lo que hizo en las almadrabas. El echaba mucho de menos aquellos tiempos y le contó a Avendaño todo lo que había vivido. Determinaron irse los dos allí a pasar un verano. Avendaño puso como excusa el irse a Salamanca a estudiar y que Carriazo se iba a ir con él también.

Les dieron documentos de lo que tenían que hacer, les pusieron un ayo a su disposición y se encaminaron supuestamente hacia Salamanca.

En el camino le robaron cuatrocientos escudos de oro al mayordomo. Le pidieron permiso para ir a la fuente de Argolas y éste accedió. Cuando estuvieron allí Avendaño le dijo que volviera a la ciudad, que ellos seguirían por su cuenta y le dió una carta de disculpa para sus padres.

Se vistieron a lo payo y marcharon hacia Toledo. A la entrada de Illescas vieron a dos mozos de mulas andaluces. Estaban hablando de una hermosa fregona que vivía en la posada del Sevillano, que el hijo del Corregidor bebía los vientos por ella. Y sobre todo a Avendaño se le despertó un intenso deseo de verla.

Fueron a la posada del Sevillano, estuvieron esperando a ver si venía tan celebrada fregona. Avendaño se dirigió al patio a ver si veía a la muchacha con la excusa de preguntar por unos caballeros. De pronto salió de una sala una doncella de unos quince años, vestida como labradora y con una vela encendida. La muchacha era muy bella.

Ellos se quedaron esa noche en la posada y Avendaño comentó a Carriazo la increíble hermosura de la doncella, que se llamaba Constanza.

Arguello, que era otra sirvienta de unos cuarenta y cinco años les preparó las camas. Carriazo le dijo a Avendaño que al día siguiente tenían que madrugar para salir hacia Orgaz lo antes posible. Avendaño le contestó que no estaba dispuesto a irse de la posada porque quería conocer a Constanza. Al final Avendaño consiguió convencer a Carriazo para que se quedaran en la posada.

Al día siguiente se oyó al hijo del Corregidor cantando para Constanza y Avendaño sintió celos.

Avendaño, haciéndose llamar Tomás Pedro, empezó a trabajar para los huéspedes separando la cebada y la paja y Carriazo que dijo que se llamaba Lope Asturiano trabajaba como aguador. Este tuvo una pelea con otro aguador porque le derramó el agua. Salió de allí gracias a Tomás. Luego el Asturiano ingresó en la cárcel, pero pronto salió gracias al dinero que entregó el Sevillano.

A Constanza la llamaban ilustre porque limpiaba muy bien la plata, era honesta y recatada y enamoraba con su recogimiento y hermosura. Cada día que pasaba Tomás estaba más enamorado de ella. El huésped se enteró de esto pero no se lo comunicó a la muchacha. Al poco tiempo Tomás le entregó una carta en la que le expresaba su amor y Constanza la rompió y le dijo que no la quería.

El Asturiano fue a comprar un asno y al final acabó jugándose el suyo, que más tarde lo perdió por cuartos, pero luego al reclamar la cola del asno dejo al otro aguador sin un solo maravedí, pero se lo devolvió todo.

A las once de la noche llego el Corregidor a la posada y preguntó al Sevillano por la ilustre fregona, el huésped le contó que hacía quince años un mes y cuatro días llegó a la posada una señora vestida de peregrina enferma, descolorida y muy fatigada. Nadie sabía quién era, solo que era una señora rica de Castilla la Vieja. Padecía hidropesía e iba de peregrina a la Virgen de Guadalupe.

Cuando estaba en la cama dijo que estaba embarazada, que por favor cuidaran de su bebe y sacó de la almohada un bolsillo de aguja, de oro y verde con cuatrocientos escudos de oro en su interior y se lo entregó a la mujer del huésped. Y entre las doce y la una de aquella misma noche parió una niña preciosa, la más bella de todas las que el huésped había visto. La madre de la criatura siguió su peregrinación y al cabo de veinte días volvió, casi sana, la niña ya había sido bautizada recibiendo el nombre de Constanza, lo cual había sido ordenado por su madre. Le entregó al huésped una cadena de la que quitó seis eslabones y dijo que los traería la persona que viniese a por la niña también corto un pergamino de tal forma que no se podía leer nada sin la otra parte y le dio una mitad. Dijo que al cabo de dos años vendrían a por su hija y le pidió que no le dijese a la niña quien era ni de la manera que había nacido. Dándoles otros cuatrocientos escudos de oro y abrazando a la mujer del huésped con tiernas lágrimas partió.

Después de contarle toda la historia de la ilustre fregona el Corregidor se marchó después de ver los trozos de la cadena y el medio pergamino.

Al día siguiente, cerca de la una, entraron a la posada dos ancianos acompañados de cuatro caballeros y al ver a Constanza se dijeron que ya habían encontrado lo que buscaban. Cuando Tomás fue a dar recado de las cabalgaduras conoció a dos criados de su padre y más tarde vio a su padre y al padre de Carriazo. El caballero llamó al huésped y le dijo que venía a quitarle una prenda suya de hace mucho tiempo y para ello traía unos trozos de una cadena, un pergamino y mil escudos de oro. Él le contestó que la prenda que le quería quitar estaba en casa, pero no el pergamino y los trozos de la cadena para comprobarlo, que tuviera paciencia, que en un momento estaría allí. En esto llamó al Corregidor y se lo contó todo. En cuanto llegó, con el pergamino y los trozos de cadena en la mano, abrazó a don Juan de Avendaño y después a don Diego de Carriazo sacaron los trozos del pergamino, que juntos decían: ESTA ES LA SEÑAL VERDADERA, y los trozos de la cadena. El Corregidor preguntó si era posible saber quién eran los padres de la hermosísima prenda. -El padre -respondió don Diego – yo lo soy, la madre ya no vive.

Después de explicarlo todo don Juan de Avendaño y don Diego de Carriazo se encontraron con sus hijos. El Corregidor llamó a Constanza y le dijo quién era su padre realmente y todos subieron al coche del Corregidor.

Al final Constanza se casa con Avendaño y se van a estudiar a Salamanca y Carriazo con la hija del Corregidor de Toledo, con la que tuvo tres hijos.

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