Un homenaje a mis abuelos
Jueves, 02 marzo 2017
Publicado en: RELATOS
Y hoy, a punto de terminar nuestra “semana laboral”, os dejamos un nuevo relato que una de nuestras corresponsales, Marta Fernández, ha escrito para nosotras. En él realiza una interesante comparativa entre nuestro estilo de vida y el de nuestros abuelos y, la verdad, es que a nosotras nos ha dado mucho en qué pensar, seguro que a vosotr@s también, y que más de uno se sentirá reflejado en alguna de las anécdotas que refiere. Nosotras ya hemos elegido nuestra preferida, os damos una pista: el “traje de los domingos”.
La época de mis abuelos
Los abuelos forman parte de nuestra vida, y aunque a veces en ocasiones ya no los tengamos con nosotros, nos han dejado parte de ellos. En cierta manera, son responsables de los que somos hoy en día. Nos han contado cómo era su vida cuando tenían más o menos la nuestra, adolescentes que nos creíamos comer el mundo.
Su vida ha sido muy diferente de lo que es la nuestra. Hoy en día todo está basado en las tecnologías, móviles, tablet, MP3… nada de esto había cuando ellos tenían nuestra edad y, aun así, han sido felices. ¿Parece imposible verdad? Pero lo cierto es que no se echa de menos, aquello que no se ha conocido.
En la época de nuestros abuelos casi toda la gente que tenía nuestra edad ya estaba trabajando para ayudar a sus familias a salir adelante. Iban a la escuela, lo mínimo, valía con aprender a leer, escribir y las cuentas más elementales, sumar y restar. La persona que dominaba estos conocimientos ya sabía mucho porque, la mayor parte, eran analfabetos. Hoy, sin embargo, nuestros padres sin excepción quieren que estudiemos y que nos formemos todo lo que podamos, ¡da qué pensar!, ¿verdad? La escuela no era como ahora, en las clases había niños de diferentes edades, y el profesor era una persona a la que todos respetaban incluso, en ocasiones, temían. Mi abuelo me ha contado que alguna vez que cuando algún niño hacía algo mal en clase, el profesor le pegaba con la regla en la cabeza o en los dedos de la mano… ¿os imagináis que un profesor hiciera esto en pleno siglo XXI?
Entonces los niños se divertían jugando en la calle, les valía con un balón que, en ocasiones, habían fabricado ellos mismos, o una cuerda o una goma. Otras veces jugaban al escondite, a pillar, al bote-bote… ahora, si un niño no tiene móvil, una tablet, un ordenador, etc. dice que se aburre. Otra cosa que ha cambiado mucho respecto a los tiempos de mis abuelos es la forma de comunicarnos, ¡nada de llamarse pasa salir a jugar por whatsapp o móvil, se llamaban… puerta a puerta o a “chillos” por la calle! definitivamente, eran otros tiempos.
En esos años las familias solían tener más hijos que ahora, mi abuelo, es un ejemplo de ello puesto que eran 10 hermanos. Compartían ropa, calzado, libros del colegio… todo iba pasando de un hermano a otro. Ahora casi todos tenemos nuestra propia habitación con todas nuestras cosas y nos sigue pareciendo insuficiente… Fijaos en lo que os voy a contar, aunque os puede resultar un tanto “extraño”. Mi abuelo me contaba que cuando él tenía más o menos mi edad hacían “turnos” para ir a misa y así, cuando volvía uno, le pasaba la ropa a su hermano para que fuera él. Claro está, la “ropa de los domingos”.
En la actualidad los supermercados nos permiten comprar de todo en cualquier momento, en aquellos tiempos no existían, en su lugar se practicaba la venta ambulante. La gente compraba lo que iba a utilizar en poco tiempo porque no tenían “frigoríficos”. Consumían principalmente productos que ellos mismo cultivaban en el campo y, en muchas ocasiones, tenían corrales donde criaban gallinas y cerdos. La matanza del cerdo era una gran fiesta para la familia porque hacían morcillas, chorizos, jamones…, vamos, ¡qué aprovechaban todo! Este ritual favorecía que todos los vecinos se juntaran y ayudaran los unos a los otros; ahora apenas conocemos a nuestros vecinos y priman la comodidad y el individualismo. Nuestros abuelos apreciaban los pequeños detalles, como por ejemplo “el turrón en Navidad”, el día de la matanza, tener algo diferente para comer, etc. Hoy los adolescentes no sabemos valorar casi nada porque nos dan de todo en cualquier momento.
Y, para terminar, lo que todos los habitantes del pueblo estaban esperando durante todo el año: las fiestas, momento en el que la gente disfrutaba en la plaza, bailando con la orquesta, de merienda con las cuadrillas y, por supuesto, en los encierros. Yo no he conocido nada de eso, pero me han contado que las entradas en las casas estaban todas abiertas para que a gente pudiera pasar, y disfrutar de galletas hechas especialmente por las familias para las fiestas, mantecados, cocos… y, cómo no, zurracapote. Esos sí que eran encierros de verdad y no los de ahora. La gente cantaba y se respiraba “fiesta” por todos lados.
Espero que todo lo que os he contado os haya servido para haceros una ligera idea de cómo eran los tiempos de antes. Hay muchas cosas que han ido mejorando y también otras muchas que se han ido quedando en el camino. Destacaré dos de ellas: “valorar todo lo que tenemos” y “el respeto a nuestros mayores”.
Instantánea de una cuadrilla durante la celebración de las fiestas.